Tuesday, May 12, 2009

Ultimátum

Pobre Willy, esta situación lo tenía muy perturbado, lo abrumaba el tener que pensar todos los días de su vida, desde que firmó aquel documento se sentía obligado a brindarle atención, que cada minuto de su tiempo debía permanecer a la expectativa de responderle, y que no podía disfrutar del calor que le proporcionaba su hogar como todo hombre en su casa.

Francamente… ¿Cuánto tiempo más iba a tener que soportarlo? Si estaba acomodando para mirar una película, tranquilo, con su balde de pochocho y los pies sobre la mesa ratona, justo cuando había logrado encontrar la mejor posición, justo en ese momento tenía que levantarse y atenderlo.

Si estaba con todo el cuerpo enjabonado y los ojos llenos de espuma, tenía que apresurarse, salir como desesperado de la ducha. ¡Siempre ese llamado con tono de urgencia! No dejaba lugar a ignorarlo.

Y ahora, era la tercera vez que lo despertaba en su primera madrugada de vacaciones. ¿Qué debía hacer?, ¿mudarse?, ¿suicidarse?. ¿Resignarse a la idea de ser torturado las próximas dos semanas por su impertinencia?.

Ahí está, otra vez, llamando. El silencio de la casa en madrugada parece potenciarlo. Su paciencia llegó a su límite. Saltó de la cama furioso y se dirigió a la cocina mientras le grita ¡Ya voy! ¡Ya voy la p….!¡Me tienes harto!.

Revolvió los cajones. Probó el filo de la cuchilla y la descartó. Sopesó la tijera y le pareció muy endeble. Del armario de la despensa sacó una caja de herramientas, analizó los destornilladores y todos les parecieron muy pequeños, hasta que finalmente se decidió por un martillo galponero, con su cabeza de hierro pesada, contundente, redondeada por un lado y acabado con uña filosa y metálica del otro lado.

Con paso impetuoso Willy fue hasta el living, donde lo encontró apoyado en la pared, al lado del espejo, inmóvil, llamando con toda sus fuerzas. Alzó el martillo sobre su cabeza y de un solo golpe hizo añicos la roseta de conexión acallando permanentemente el ¡ring! ¡ring! ¡ring!